LUIS ERNESTO GÓMEZ

(Maracay, Venezuela, 1977)








EL OTRO LADO DE LA PÁGINA (2005)




POESÍA (Selección)


























El Otro lado de la página




Debe haber algo poético en las sombras
Debe haber algo qué encontrarle
A las huellas que quedaron
A las olvidadas ausencias retratadas
Debe haber algo poético en la acostumbrada acción
Abrir la puerta y entrar en la misma sala
En la misma escena cambiante
Pasar el picaporte con las mismas pestañas
Asimismo indagar que debe haber algo incrustado
Debe haber algo de huella
Algo de olvidada ausencia
Retratada en las ventanas de tus ojos
Disgregada en tu forma de fluir
Debe haber algo que sabe a hierba
A sombra que se observa en el espejo
A esa acción que es encontrarse reflejado
Algo oscuro sorprendido
Algo en deuda de existencia
Algo inocuo, innombrado, perenne
Que se preserva en nuestra sangre
Que se cuida muy bien de no pertenecer a lo dicho
Que se dice más allá de sombra siendo sombra
Abrir la puerta y entrar en ese ciclo insistente
Ensimismado, dormido
Debe haber en este cuarto algo
Que nos haga despertar




***





Cada cruz es una coincidencia de contrarios
Cada objeto duplicado es una sombra que se cruza
Que reincide repitiendo los mismos albores
las mismas sangres
Que se enciende con clara voz nocturna
Que vuelve como eco que no cae
siempre en la ignorancia de no ver
La cruz cargada como el mundo de todos los pecados
Los clavos remitidos a los huesos
Penetrada la sombra y el peso del tiempo
Las siete palabras del delirio
La exquisitez del vacío
porque me has abandonado
La luz distendida en la lluvia
En la última sangre, que hierve al volver
Al ser alimentada en el barro del parto
Al ser huella milenaria
Este ciclo calcinante de muerte y peso
Se vuelve hacia nosotros
Este hombre, ese despojo de carne
Colgado de clavos
Esa conciencia de contrarios
que se enfrenta al vacío
Vuelve a ser objeto o símbolo
Una sombra que se cruza
Que reincide repitiendo los mismos albores
las mismas sangres
Que con clara voz se enciende nocturna
Que vuelve como eco que no cae
Siempre en la ignorancia
porque no saben lo que hacen



***





La justicia que sentencia ciegamente
Su virtud estremecida en el inmenso blanco ataviado
La justicia que nos es ciega
Casi como un revólver cargado señalando
Las balas hacia cualquier dirección y la muchedumbre
La justicia que se permite apuntar sin sentido
Que no se permite ver
Con sus límites de arquetipo deseado
Con sus límites humanos elevados a símbolo
Sólo la sentencia apuntada, sólo la decisión asumida
Nos refleja en ese espejo que llevamos dentro
Su visión limpia y cómoda, no asume riesgos
Delante los escombros cayendo como cuerpos
Esos ojos heredados-ataviados
Sentenciante sombra que la juzga
Rodeada en los cuerpos cayendo como ruinas
Más allá de culpas o inocencia
No alteran la danza de esos cuerpos olvidando voluntades
La justicia que tiene la fortaleza de mostrar sus ojos
Asomar el color de su rostro, de ejercer el poder de su palabra
La única, en que somos para siempre inocentes y culpables





***






Pongo entre comillas una palabra
No es justo lo que quiere decir
La palabra es un arma que apunta
Una flecha envenenada con antídoto
Cambio esa palabra, ella no apunta lo suficiente
Quizá no tiene suficiente veneno, suficiente medicina
Quizá le falta dirección, más justeza
No es casi lo que me dice el mundo
No es preciso ni fiel a lo que hay detrás
No es justo el mundo ni preciso
No es la clara palabra que me hace sentir como ese mundo
Quizá no tiene suficiente flecha, ni suficientes letras
Ni orden, ni apariencia detrás
Ni imaginación dormida, ni ojos por despertar en madrugada
Ni esa disposición de ser arma que no existe pero toca
que no mata pero cura
que no existe y es real su efecto de esperanza
Su pacto con los caminos que recorres
Su voz no dicha y para siempre río
que fluye en nuestras vidas
Cambio esa palabra por otra, nueva
Ella es una flecha envenenada que apunta
Indudable que la palabra es un arma con antídoto
No es justo lo que quiere decir
“No es justo el mundo”
Quizá debo poner todo el poema entre comillas





***



El otro lado, invisible e inequívoco
Lo otro que dicen las palabras
La retaguardia de mi cuerpo
infranqueable a mí mismo
Torso oculto esbozado en metáfora interrumpida
Desde una visión imposible
Desde una sombra refractante en los espejos
Se encienden las hogueras del misterio
que pesa
sobre tus hombros
El otro espejo de la palabra
La otra refracción posible, oculta, infinita
que reposa de arte
Vuelta al otro lado de la página








Tropiezos de labios


Que se escapen las diatribas
Los orgasmos que olvidan la historia
Y esa historia que no aprecia esos orgasmos
Cada uno es un destello
de la mayor filosofía humana
La sagacidad que ejerce su ser protestante
Y la inquisición que se escurre por dentro
Y nos lacera, nos asesina lo prohibido
Atrás quedan tus senos y los cristales
Que sienten tu carne callada de geografías
Repleta del tiempo que no tiene ninguna eternidad
Fugaz retrato que no existe en esta infinitud
Delante sólo la imagen recurrente
expulsada en el ángel del orgasmo



***





Costumbre y ceniza
Angosta antelación de lo posible
la casi ninguna verticalidad que te pertenece
sin justificarse
Mis besos al seco
No quiero tomar ni el más mínimo sentido
porque no hay ángeles
Mis infartos pueden aceptar nubes cardiacas
mi menstruación divina
se mezcla con la erosión de tus caricias
la voz pornográfica de los ropajes
El amante de golpes cautivos que me muere
como si se entumiera en la arena felina
y se alumbren de una vez las entrañas de tu cuerpo




***





Qué incendio destrozado se me escapa
dentro de las comarcas celestiales
Qué dolor me sufre en el cuerpo de otro que no soy
Qué deidad dentro de mí
me impulsa a ser demonio devorado
Furia inhóspita de los encuentros
Rotura que se esparce por el viento de los pájaros
Qué eclosión de templo me hace beber la cicuta
Antiguo antídoto con se alivia
la morbidez de la única puerta




***




Con terribles incensarios
nos han dicho la sombra
Nos han clamado prisa y respuesta inútil
Nosotros que escapamos
Disueltos Involucrados
Recogemos los fragmentos
Con tanta sombra qué decir




***





Los espejos se miran entre sí
Descubren cierta rivalidad remota
Cierta ocasión infame
desplegada en el semblante
Cierta solvencia de incendio en la palabra
A golpes de simetría indeleble
Inmensidad del huracán
entrechocado de los vientos
Sismos que intercambian bagajes
de tierra imaginaria y colosal
Apostándose en el odio inmenso
De duplicar infinitamente al hombre
Sentado, insensible ante el reflejo



***




Escucho tropiezos de labios
Atriles juntando respuestas
Concatenando el llamado
Aproximando el sortilegio
Semblante muchas veces rehuido
Muchas veces reposado en los cortafuegos
Escenas incontables de tactos
Fundidas en el infierno virgen
Aquellos, tropezantes, que casi llegan
Que casi llegaban a carne
Vestido de tus venas que arropan
el cristal acuático
el cristal inflamable
él, cristal, ventisca en los ritos
Y ser embalsamado en el barro




***





El espejo se encuentra repetido
Su brillo crea una suerte de galaxias
donde se mueven las miradas
Seco, el silbido, atorrante
mezcla develada
Música para tu impublicable palabra
Ser inquieto y demoledor
Olvidado en su destello, incoloro
se hace repetir
Ante la luz que vive de mirarte
De achicarte como los ecos
De alejarte imprecisa
Humareda en que reposas
Tus ojos que proyectan perspectivas
que se alienan al moverse
al rodarse entrecortados
Que se aprecian insondables e inertes
ya de encarnar en tu cuerpo
la más rotunda oscuridad





***





Cuando caer en el amor
se vuelve canto de sirena trastocada
Agitada de golpes
Actuante en el proscenio cotidiano
Cuando cada percusión craneal
duele en el inmenso teatro fallecido
Cada alusión se vuelve metáfora
que penetra y me fluye tu sangre
Sin edad sostener retazos de piel
de algo por poco latente
Y aquí , en este retrato
percibir la fragancia aniquiladora
de mil resabios
Invadir la trascendencia anti-ética
cayendo pluvialmente
con gusto feroz
Un ángulo incorrecto Ciego
Para comulgar en el sexo del parto











Cuarteto ante la bala





Lo que llevas en el fin decidido
Lo que llevas en tus pliegues
Dime cuál es tu carga y te diré cuándo
Cuál tu forma de muerte para otro
Dime cuál es tu preciso golpe de sueño
De copa exquisita y valiente
Condenado a revelar la llama del invierno
Descrito como un ejemplo de huracanes
Lo que lleves dímelo con certeza
Con lo apreciado a cuestas
Con lo a cuestas revelado
Dime tu condena de ver en los infiernos
Ya sin párpados, tan despierto, soñando
Un sueño terrible que el destino no pudo decidir




***





Si me aplican la receta y tomo la cicuta
Si te aplican el paso al vacío y caes
Si te llevo a lo libre en tu nombre
No será para matar la marea en que suspiras
Si te asombran en espejos y pasillos
Si me inyectan la sombra del latido
Si me sientas y clamas por mi muerte
No esperes que te venda
No me compres el fin
Ni mi brazo sembrado en el concreto
Ni mi voz en la sed del oro negro
No me olvides
Mírame a los ojos
Y dispara en mi cuerpo a la humanidad




***



Cuando llegue al cuerpo el gusto del paso
Y se juzguen con fuego artero
Y se quiebren el castillo y naipes
Y al cuerpo tropiecen lugares perdidos
Cuando llegue una luz de incógnito
Cuando la palabra se haga precisa
Cuando llegue la escucha que coincide
El acuerdo que mira el estruendo
Y se vuelva al paladar sin el signo
Y se asombren los ahorcados
Y se abisme la bala voluntaria
Cuando abras la boca precisa para decir
Un silbido súbito entrará tan al hueso
Y volverás al silencio y lo no dicho




***





Qué sienten las palabras cuando son escritas
Cuando salen a esa luz que las llama
Qué piensan cuando deciden tocar la puerta
Y se mueve el picaporte
Dan un paso en los espacios infinitos
Nos recuerdan lo ya visto
El ciclo sumergido y retratado
Qué siente la melodía de tu canto
Saliendo de tu boca que la implora
Dejándose expresar
Como diciendo algo más que cuerpo a tu cuerpo
En fuga apostadas al vacío
Se duermen cuando son escritas
Alguien recoge las sombras de esas muertes




***


Necesito encerrarme y hacer forma de los límites
Sabiendo el justo abismo que poseo
En que puedo abrir los brazos del vacío
En que puedo saber cuándo la brisa muerte
Necesito dejar del laberinto una especie demonio
Un palpitar engendrado que grita golpes
Estertores, respiraciones agitadas
Vastedad que me hace ciego inmutable
Entre veredas se escapa la intemperie
Todo esfuerzo por volver a la Biblia en el encuentro
Levantar el muro que separa el paisaje y las almas
Grita golpes, estertores, respiraciones agitadas
Frontera resistencia en que mantengo todo al margen
Este trago de soneto implacable que me sirvo



***



Nada ha muerto por verme al espejo
Nada, pero puedo morir en el intento
Nada al hundirse en mis obsesiones
Esa suerte de fuegos movedizos
El misterio que nos viene en cada gota
La lluvia que despierta la semilla
Me lo dice un país que nunca muere
Una consigna tan cercana
Hay que saber sembrar y descartarse
Superar el rostro en el agua que ondea
Hacerse lluvia en cada hombre
El espejo no sabe lo que observo
Cree que lo estoy viendo
Hay una muchedumbre en cada fuego



***




Sigue, sigue con ese tono implacable
Oyendo el color de tu cuerpo que respira
Sigue con tu sueño de seres que aún viven
Al menos respiras conmigo
Debe haber una solemne ciudad en cada cuerpo
Una estatua levantada ahora sí en tu nombre
Libertad que te nombran como madre
Todos queremos que te encarnes
En una hermosa y temible canción de gloria
A los bravos que descubrieron el manto
En el último segundo
Son ellos una ciudad que levantan y un nombre
Su tono implacable me hace respirar
Y a ti respirar conmigo



***




Qué hacer con la palabra repleta
Cuando se hace agudo el gesto urgente
Con el ojo que ve justo al blanco, certero
Cuando se olvida la acción fundamental
Qué puedes buscar en la propaganda maldita
En la atroz laguna que se lleva tus ideas a su paso
Qué urgencia presurosa puede confabularse
Y qué punto esencial en tu respuesta
Qué cuarteto ante la bala puede escribirse
Qué forma desplegarse cortando en seco
La luz que no duerme
Qué asombro hará no confiarte lo obvio
Quizá no sabes demasiado
Apunta al blanco y haz coincidir el proyectil









***








Crónicas del olvido




Alberto Hernández




EL OTRO LADO DE LA PÁGINA


-



I





Quien da la vuelta a la hoja se tropieza con imagenes, climas y accidentes en el interior del lector. Quien no se resiste a la aventura de internarse a la selva de palabras, se encuentra con afirmaciones, preguntas, silencios y sombras, pero también con alguien que se interroga y deja las respuestas sin aliento, a la vista de todos. La pagina entonces es acceso y obstáculo, persona neutra, persona secundada sin dejar de marcar con pisada fuerte el sitio donde la poesía - esa entrometida señora- rompe todos los cristales y siembra oscuridades, donde debió haber estado la luz. "Debe haber algo poético en las sombras / Debe haber algo qué encontrarle a las huellas que quedaron / a las olvidadas ausencias retratadas". Comenzar así un libro, entraña un gran riesgo, puesto que alguien que alberga estos versos se sabe preparado para encarar el "algo" que lo angustia. La poesia cuando es insistencia nos lleva al desconcierto, al no hallar, al sitio imprevisto.

Quien da la vuelta a la hoja - es el caso de Luis Ernesto Gómez - se topa con alguien a quien decirle. El algo se trueca en indagación, en persona, en la música que jamás termina, en el largo aliento de la búsqueda. De allí que los versos de El Otro Lado de la Página (Ministerio de la Cultura/CONAC, Colección Cada Día Un Libro, Caracas, 2005) sean una lucha de opuestos. Sombra y luz, puerta de entrada con anuncio de otro lugar.





II





La iteración teje la constante de este primer poemario de Gómez. La fuerza de su discurso está en descifrar el paisaje humano, tan dispar, tan dado a construirse en la sombra para tratar de hallarse. ¿Cuántas veces será necesario pasar la página para entender que no somos o estamos ausentes? ¿Quién nos encuentra en la próxima hoja, en el atolladero de voces que nos esperan a la vuelta de la esquina? Esas veces hacen de El Otro Lado de la Página una insistente preocupación por los asuntos humanos del ser, tan despistado, tan puerta cerrada cuando franca es la existencia de quien no está interesado en verse desde una ventana, desde un espejo sin protagonista. "Debe haber algo poético en la acostumbrada acción / Abrir la puerta y entrar en la misma sala / En la misma escena cambiante / Pasar el picaporte con las mismas pestañas / Asimismo indagar que debe haber algo incrustado / Debe haber algo de huella / Algo de olvidada ausencia".



Es un problema de puertas, un problema de poesía. ¿Dónde estará ese algo poético, ese abrigar la idea de que podemos ir más allá de lo cotidiano? Y mientras todo el hombre -ecce homo- transcurre, mientras entra y sale de estas dificultades, alguien (¿algo poético?) lo tropieza, lo saca de la sombra, lo engulle entre la multitud de las palabras, las voces atrapadas en la página. ¿Acaso quien escribe, quien poetiza, tantea en la sombra para saber su identidad? "La larga oscuridad de abrir los ojos / La mucha sombra que nos turbia / se extiende en la longitud del abrazo / Voz primordial, inefable / Voz de siempre a ciegas / Que recorre a gatas largos caminos". Tan larga es la oscuridad, tan largo es el trayecto, la travesía entre una voz y otra.





III



¿Qué contiene este libro? Extravíos, dudas, afirmaciones fundadas en la poesía como síntoma, en la correspondencia perdida en el tiempo, en la señal del poema como laberinto. En la misma insistencia, vieja y vigente, de la propiedad de la imagen. "Qué hacer con la parte de su poema que me corresponde". El poeta es una suerte cambiante, un artilugio, un saltador de cuerdas sin destino, relevado y oculto. "Qué hacer con este poeta que tengo al frente / Con aquél que dice palabras, que quiere decirme". Cara a cara, quien se ve en el espejo, intenta la alteridad, sucumbe ante él mismo con preguntas. Sin embargo, sabe que parte del universo le pertenece. Una sola imagen basta para ser lo que busca: "crear solo apariencias, solo irrealidades". Entre negaciones y afirmaciones. Ese es el papel del que se arriesga a construir otro mundo, para reconocer más adelante que la vanidad forma parte del gran teatro: "Todo lo dicho ha sido mentira / No hay verdad en estos versos / Comportan en lo falso / Sigue durmiendo que nadie ha dicho nada / Esas palabras no aluden al culpable / No aprecian dicotomías / Sólo deben ser borradas / Deben inquietarse en la reescritura / Con este libro / debe hacerse un palimpsesto / Ha sido engaño eso de que nosotros engañamos / La justicia con su hermoso atavío / Imposible traspasar ese blanco / Ella juzga sin ver a quien / Sin comprobar lo que decimos / No hay manera de absorber la historia / Menos los versos que incomodan / Eso de robar fuego / de robar luz que no te ha sido concedida".



Desde este momento, tomar con las manos todo el fuego. Abandonar todo intento redentor. La poesía es eso, un asunto del alma. Y así parece entregado este libro. Queda saber dónde están aquéllos dolores, aquéllas alegrías, las que nos despistan, las que nos sacan del otro lado de la página. Este libro de Luis Ernesto Gómez encuentra preguntas. Que no haya respuestas en su acontecer He allí la poesía. Esa maldición de sabernos silencio y hoja en blanco resuelta con palabras. Rota, atrapada en el aire, entre las sílabas de un lector solitario en "el otro lado, invisible e inequívoco", en "la retaguardia de mi cuerpo".


Alberto Hernández. Contenido-Suplemento Cultural de El Periodiquito. Maracay, Estado Aragua. 3 de Diciembre de 2005.


“Me gustó El otro lado de la página. No es fácil trabajar con poemas extensos y mantener el ritmo la cadencia sin dejar a un lado lo que se quiere decir, además de hundir la pluma en el centro del hombre”. Buenos Aires, Argentina. Viernes, 9 de marzo, 2007
Jorge Rivelli, Poeta argentino.



***



Presentación y Bautizo del libro El Otro Lado de la Página

Foyer del Teatro de la Opera de Maracay

Jueves 24 de Noviembre de 2005











En panel, Luis Ernesto Gómez, Julio Jáuregui, Eddy Gómez Abreu y Alberto Hernández. 2005.

Frente al micrófono, Germán Salazar.